Después de quince años de silencio y una gira regreso que los llevó por los escenarios más emblemáticos del país, Los Piojos cerraron su retorno con una despedida a la altura de su leyenda: dos noches épicas en River, coronadas el 22 de junio ante un estadio colmado, donde cada rincón vibró con la emoción de un reencuentro largamente esperado.
La noche arrancó con «Arco», como una señal clara: esto iba en serio. Sin rodeos ni pausas, el setlist fue un viaje directo al corazón piojoso, con perlas como «María y José», «Hoy es hoy» y una «Canción de cuna» que se sintió como un abrazo para todos los viejos y viejas piojosas, dedicándoles ese momento íntimo y emotivo en medio de la marea.

El recorrido musical no escatimó en intensidad. «Merecido» y «San Jauretche» se sintieron actuales y contundentes, mientras que «Fantasma», «Luz de marfil» y «Pistolas» elevaron la carga emocional a niveles imposibles de fingir. Cada verso fue gritado como si fuese el último, en una especie de ceremonia colectiva donde el público intentó estirar el tiempo con la garganta.
Los clásicos no faltaron. «Desde lejos no se ve», «Ay Ay Ay» y «Ando ganas» desataron el pogo masivo que convirtió al Monumental en un hervidero de pasión, y en el tramo final llegó la descarga más salvaje: «Tan solo», «Los mocosos» y «Marado» encendieron el grito más profundo de la noche, justo cuando se cumplían 39 años del «Gol del siglo» de Diego a los ingleses. Homenaje perfecto, para un público que también cantó por él.
Ciro, siempre al frente con palabras justas, presentó a cada uno de los integrantes de la banda, celebró los reencuentros y dio paso a un momento histórico: la presentación de «Paciencia», la primera canción nueva en quince años. Un regalo inesperado y potente que demostró que el fuego creativo no está apagado.
El cierre fue con altura y con historia: “Como Alí”, “Ruleta”, “Cruel”, “Bicho de ciudad”, “Pacífico”, y el ya tradicional homenaje a las banderas que acompañan a la banda desde siempre, antes de cerrar con la versión instrumental del Himno Nacional en la armónica de Ciro —una postal que ya es parte de la iconografía piojosa.

La despedida fue total. Emotiva. Poderosa. Real. Los Piojos no solo repasaron una discografía fundamental del rock nacional, sino que reafirmaron ese lazo indestructible con su público. El ritual terminó, sí. Pero el fuego sigue, y va a seguir, cada vez que una canción de Los Piojos vuelva a sonar en una casa, en una radio, o en una cancha. Porque lo que pasó en River fue mucho más que un recital: fue historia viva.




